Dragon Quest IX: Centinelas del firmamento

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En una de tantas paradojas de la industria, las dos compañías en liza por el trono del JRPG habrían de fusionarse en Square Enix en el lejano 2003 -piensen en términos lúdicos y reparen en que ni siquiera Nintendo DS había visto la luz-. Mientras que Final Fantasy gozaba desde tiempo atrás del beneplácito internacional, la decana Dragon Quest, que preserva con celo su clasicismo y unas maneras muy propias -propiciados en buena medida por la continuidad de su particular trinidad de creativos: Yuji Horii, Akira Toriyama y Koichi Sugiyama-, parecía ser mucho más difícil de digerir fuera de las fronteras de su país de origen. Tanto es así, que los usuarios del viejo continente no recibimos un episodio de la saga hasta el año 2006, con el advenimiento para Playstation 2 del sobresaliente Dragon Quest VIII: El periplo del rey maldito. Una realidad que ponía de manifiesto las preferencias dispares de los diversos mercados y que contrastaba con la querencia nipona por la franquicia, que con cada entrega desata auténticos fenómenos de masas. Basta con echar mano de una de las anécdotas más conocidas que la rodean  para hacerse una idea de su éxito en Japón: la existencia de una ley que prohíbe el lanzamiento de un juego de la saga en días laborables, dadas las altas tasas de absentismo escolar y laboral que se produjeron con la salida del tercer capítulo. Así pues, resultaba fácil prever que este Dragon Quest IX: Centinelas del firmamento cosecharía cifras astronómicas de ventas, máxime cuando aparecía en la popular Nintendo DS, lo cual hacía de este episodio la primera entrega canónica de la serie que se estrenaba en un sistema portátil.

Aunque son otras las razones por las que el cartucho que nos ocupa supone un punto de inflexión en la saga. Con la siempre notable Level-5 como codesarrolladora, Square Enix cedía en su conservadurismo -que nadie se lleve a equívocos, sigue siendo un Dragon Quest con todas las de la ley- y ante el ya pujante RPG occidental apelaba a otros mercados. Los reflejos más inmediatos de este viraje son la inclusión de un modesto editor con el que configurar la fisonomía y complexión del héroe -o heroína- y sus aliados, un añadido que no tendría mayor importancia de no ser porque cualquier tipo de equipación modificará el aspecto de los personajes; la supresión de los combates aleatorios y la incorporación de las consabidas opciones online, que permiten abordar la aventura con la colaboración de hasta otros tres jugadores. A todo esto, que sobre el papel se antoja revolucionario, hay que acercarse con cautela. Como decíamos, Dragon Quest se asienta sobre unos valores bien reconocibles e ir más allá quizás hubiera supuesto transgredir su esencia, por ello sería aventurado pensar que este capítulo pueda atraer a los advenedizos. Por ejemplo, la aparición de los monstruos en los escenarios no evita que la cantidad de encuentros sea ingente, y como es habitual en la franquicia, el entrenamiento ocupará buena parte de las horas que requiere completar el juego, unas cuarenta si nos ceñimos a la historia principal que aumentan considerablemente con las búsquedas secundarias.

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El argumento responde, igualmente, a los cánones del JRPG más clásico y tampoco reniega de un esquema similar al que presentaban otros episodios de la franquicia. Sin entrar en detalles para no revelar el conflicto que vertebra el desarrollo, podemos resumirlo en que el héroe, una suerte de ángel, asume la protección de un poblado a fin de obtener el favor de sus habitantes y regresar a la esfera celeste. De modo semejante a lo que proponía la sexta iteración de la saga, Dragon Quest IX: Centinelas del firmamento oscila entre dos planos de existencia. Esta premisa, durante los primeros compases de duración, lo emparenta con otro tipo de títulos, consistentes en cumplimentar una lista de recados. No tarda en encauzarse hacia el planteamiento jugable tradicional, con las recurrentes visitas a poblados y mazmorras y especial énfasis en los combates, Insistimos, la propuesta argumental no arriesga demasiado y resulta incluso más simplona que la de entregas mucho más clásicas. Con la salvedad de que en esta ocasión aparece magistralmente secundada por uno de los mejores apartados técnicos de la portátil, como demuestran las ambiciosas cinemáticas que incluye la aventura. En este sentido, solo es reprochable la falta de variedad de la que adolece la banda sonora de Koichi Sugiyama. Por el contrario, uno de los grandes aciertos del título reside en el esfuerzo realizado para plasmar la idiosincrasia de cada ciudad, aunque sospechamos que la excelente localización al español tiene bastante que ver.

Cabe citar la recuperación de la alquimia que introdujo su predecesor y el ya conocido sistema de vocaciones, que obliga a conformar un equipo con clases y atributos bien diferenciados. Las posibilidades son múltiples, pero dado que el cambio de vocación reinicia el nivel de los personajes -uno de los aspectos más controvertidos del cartucho-, basta señalar que se puede sobrellevar la aventura con los sempiternos roles de guerrero, mago, curandero -aquí sacerdote- y juglar -la clase inicial del protagonista-. Un agradecido detalle -donde otros encontrarán una carencia- es que el presente título no incurre en un vicio común de otros cartuchos de la portátil: la implementación forzosa de las funciones táctiles y el pertinaz afán por imponérselas al jugador. Así pues, la pantalla superior se convierte en un útil apéndice y quien lo desee podrá manejar a los personajes con el stylus. Se podrían redactar innúmeras líneas sobre todos los pormenores que rodean a este noveno capítulo y  lo convierten en un juego inabarcable una vez superada la historia principal, pese a que, todo sea dicho, lo consiga con incontables búsquedas secundarias que en la mayoría de ocasiones rozan el tedio. Todo ello, para volver reiteradamente a una conclusión: es poco probable que  Dragon Quest IX: Centinelas del firmamento, con todas sus buenas intenciones, convenza más allá de su público ya fiel y de forma transversal a los devotos del JRPG más clásico. Ahora bien, para ellos se antoja casi imprescindible y una de las mejores opciones del extenso catálogo de Nintendo DS.